NUEVAS TOPOGRAFÍAS |
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Fotografía Miguel Urbano Paisajes fronterizos, lugares de periferia o abandono. Son descampados, cruces, nuevas ruinas donde lo deshecho contamina de tiempo a lo todavía nuevo que empieza a descomponerse: la ciudad como desgaste y residuo (Málaga, en el sur occidental de Europa, es la explorada en este caso), signo de que lo flamante será viejo, según la ley del tiempo y la diligencia negligente de los seres humanos. Son sitios hoscos, sin nadie, que la ciudad parece mantener en secreto a plena luz, escondidos en su humilde presencia, en su transformación en curso, clandestinos pero descubiertos en mitad de su metamorfosis por el fotógrafo. Cambiando, desapareciendo, parajes en transición y de transición, transitorios, la mirada fotográfica los convierte en monumento de algo que se aleja al paso de los días: historia, aunque historia en construcción y destrucción simultáneas, presente en fuga y reliquia.
Justo Navarro
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Esta serie es una descripción fotográfica del paisaje cotidiano en la periferia urbana. Son paisajes sin especial notabilidad, con una singular falta de belleza y repetidos hasta la saciedad en la periferia de cualquier urbe; pero el hecho de fotografiarlos, les otorga una relevancia que hasta entonces no se les había concedido, y uno de los deberes de toda creación artística, como decía Susan Sontag, es intentar hacer visible, mediante la dosis exacta de realidad e imaginación algo que normalmente pasa desapercibido. Los atributos de estos paisajes periféricos son la total carencia de capacidad para seducir al espectador. Como argumento de atracción, no despierta en el ánimo del quien los mira ningún tipo de emoción satisfactoria; sin embargo, al ser fotografiados y adquirir el estatus de objeto de contemplación, es decir, de copia fotográfica, el observador descubre en ellos que es precisamente esa carencia de encanto y armonía lo que les confiere su peculiar interés y lo que los hace dignos de ser fotografiados: se trata de plasmar un fiel registro topográfico más que de poner de manifiesto un ideal de belleza. Y en última instancia, consiste en crear una cierta distancia emocional con respecto al tema, hasta casi hacer desaparecer la figura del fotógrafo y desestetizar la imagen fotográfica del paisaje, como ya defendiera a mediados del siglo XX Edward Ruscha en su serie, hoy clásica, Twentysix Gasoline Stations.
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Caminar supone en sí mismo un acto artístico, y el individuo que camina, el transurbante que va armado con una cámara, debe convertirse en notario de lo que ve, y levantar acta gráfica de lo que encuentra a su paso. Las fotografías que aquí se muestran están realizadas bajo ese prisma, deambulando al azar, sin un rumbo fijo, a la deriva por los diferentes caminos, sinuosidades y ángulos que la ciudad y sus arrabales ofrece y con el convencimiento de que el paisaje es una construcción mental y cultural elaborada a partir de lo que vemos a nuestro alrededor. |
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Otro mundo inventan estos Paisajes de Miguel Urbano. Es un mundo mudo e inmóvil. Nadie cruza sus carreteras y viaductos, a los que sólo se acercan los residuos eliminados de la circulación. Las plantas industriales conviven con las ruinas oxidadas; las antenas de telefonía y las torres eléctricas parecen elevarse sobre un país vacío, entre máquinas desoladas, sobre una multitud de coches solitarios en aparcamientos en los que no se ve a nadie. No hay seres humanos, evaporados, desaparecidos en estas imágenes, quizá de ciencia-ficción, quiméricas, porque permiten concebir un planeta deshabitado, pero sembrado de huellas de quienes fueron sus habitantes. |
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